Esta historia verídica tiene dolor e intriga, porque no siempre
son simples coincidencias, los argumentos de nuestros mayores a cerca
de el porqué las mariposas negras traen consigo malos augurios. Hoy
vuelve a mi, renovada, porque al bello jardín del recuerdo, retoca la
imagen familiar de una hermanita fallecida, recobra su historia en las
sombras de los espejos rotos que no
podemos dejar allanar en la geografía del olvido. Recuerdo hoy sin
alegría, las horas en que acompañaba y colaboraba a mi padre en sus
faenas de albañilería. Teníamos a mi hermana Olga Lucía enferma de
gravedad, pero no en agonía. En días anteriores le habían diagnosticado
bacteriologica y clinicamente Difteria, una enfermedad muy contagiosa,
que se localiza en la laringe, consiste en que se van formando membranas
que la obstruyen e impiden que el aire llegue a la tráquea y por ello
se había fumigado la casa con detalle y rigor durante varios dias.
Quien no estudia trabaja, era la sentencia de mi viejo, a pesar de no
tener culpa, no tuve accesibiliad para cursar primero de primaria, en
razón a que para el Profesor Benito Segura Trujillo, tener el primer
molar era para él, una verdad superior al registro civil de nacimiento y
cumplir el requisito de los 7 años para la matrícula, para mi
infortunio erupcionó a los 9 años de edad. Entonces le dije a mi padre
que yo no quería ir trabajar, por la gravedad de mi hermanita de 9 meses
de edad. Son disculpas, vámonos que el sábadp vendremos - dijo mi
padre- con su voz convincente y segura, con timbre marcial de
obligatorio cumplimiento.
Nos comunicábamos con mi madre telefónicamente, que nos informaba que la niña le habían dado salida o de alta al dia siguiente de nuestra venida. Mi madre estaba segura de la recuperación y en sus mensajes sólo avizorábamos bienaveturanza para nuestra hermana. El jueves habia llegado, con ansias esperabamos el sábado y sabíamos que el reencuentro con Olga Lucía iba a ser de fiesta. Bien temprano mi padre me dijo al desayuno que llamaría a mi mamá, porque habia soñado que ella estaba enferma, pero habló con ella y me dijo que mi madre y la niña Olga Lucía estaban bien.
Llegó el viernes y el ruido de las turbulentas aguas blancas del río Timaná hacía eco en nuestros corazones, con mi padre a las siete de la mañana iniciamos la faena solicitandome que le pasara el bichiroque para amarrar el hierro. Cuando abrí la la tapa de la caja de herramientas, salió una mariposa negra grande, mi padre que estaba observándome solo atinaba ordenando y gritándome que la matara, que no la dejara viva, que la persiguiera hasta exterminarla. No pude cumplir esa misión, mi padre se sumó a la captura pero fue imposible, la mariposa negra burlonamente se evadió, dejando en mi ascendiente toda una tribulación y todo un aturdimiento. Padre, le pregunté - Por qué debemos matar esa mariposa negra? Y sin descanso me respondió - Las mariposas negras son de mala suerte, debemos cuidarnos, porque estamos al borde de una tragedia en Timaná o una desgracia familiar- y luego prosiguió: lástima ser ateo, sino me pondría a rezar.
No había transcurrido una hora cuando llegó la señora que nos alojaba y nos alimentaba, para decirnos que mi mamá llamaria de nuevo en 10 minutos, porque necesitaba dar una noticia a mi padre, quien se fue para esperar la llamada.
Cuando vi a mi padre el rostro no era el mismo, la tristeza dibujaba que algo grave habia ocurrido. Hijo, me dijo - Tu hermanita Olga Lucía ha fallecido de forma súbita, vamos a empacar, nos vamos para Neiva.
Así son las cosas, parecen del imaginario, pero son realidad.
Nos comunicábamos con mi madre telefónicamente, que nos informaba que la niña le habían dado salida o de alta al dia siguiente de nuestra venida. Mi madre estaba segura de la recuperación y en sus mensajes sólo avizorábamos bienaveturanza para nuestra hermana. El jueves habia llegado, con ansias esperabamos el sábado y sabíamos que el reencuentro con Olga Lucía iba a ser de fiesta. Bien temprano mi padre me dijo al desayuno que llamaría a mi mamá, porque habia soñado que ella estaba enferma, pero habló con ella y me dijo que mi madre y la niña Olga Lucía estaban bien.
Llegó el viernes y el ruido de las turbulentas aguas blancas del río Timaná hacía eco en nuestros corazones, con mi padre a las siete de la mañana iniciamos la faena solicitandome que le pasara el bichiroque para amarrar el hierro. Cuando abrí la la tapa de la caja de herramientas, salió una mariposa negra grande, mi padre que estaba observándome solo atinaba ordenando y gritándome que la matara, que no la dejara viva, que la persiguiera hasta exterminarla. No pude cumplir esa misión, mi padre se sumó a la captura pero fue imposible, la mariposa negra burlonamente se evadió, dejando en mi ascendiente toda una tribulación y todo un aturdimiento. Padre, le pregunté - Por qué debemos matar esa mariposa negra? Y sin descanso me respondió - Las mariposas negras son de mala suerte, debemos cuidarnos, porque estamos al borde de una tragedia en Timaná o una desgracia familiar- y luego prosiguió: lástima ser ateo, sino me pondría a rezar.
No había transcurrido una hora cuando llegó la señora que nos alojaba y nos alimentaba, para decirnos que mi mamá llamaria de nuevo en 10 minutos, porque necesitaba dar una noticia a mi padre, quien se fue para esperar la llamada.
Cuando vi a mi padre el rostro no era el mismo, la tristeza dibujaba que algo grave habia ocurrido. Hijo, me dijo - Tu hermanita Olga Lucía ha fallecido de forma súbita, vamos a empacar, nos vamos para Neiva.
Así son las cosas, parecen del imaginario, pero son realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario