Algo hermoso que envidio de la cultura griega es su religión y es que lo que pasó en la Grecia antigua es un fenómeno realmente extraordinario, los griegos disponen de una libertad de pensamiento de la que carecían la mayor parte de los pueblos de la antigüedad. En Grecia no nos encontramos con un texto sagrado, una Biblia, un Corán, un Rig-Veda ni nada así, con relación a lo cual ningún griego pueda ser hereje; desde desde luego que su religión está expuesta por escrito, pero por los poetas: por Homero, por Hesíodo y por otros que se me escapan, cada cual tiene su versión y nadie puede ser hereje con relación a un poeta, como ningún colombiano lo puede ser de García Márquez o de Rivera Salas. . Debemos considerar también otros hechos: el hecho de que la religión griega sea muy poco represora, ni con la premisas de portarse bien para lograr el cielo, también tanto en relación al conocimiento, como a la sexualidad; por ejemplo, los dioses griegos están muy lejos de dar buen ejemplo, como no se lo podíamos ni podemos pedir a Diomedes Díaz Maestre y en cuanto a ese respecto: el señor Zeus como Diomedes Díaz, anduvo y anda disfrazado de cisne, de toro o hasta de lluvia de oro en todas sus correrías al escondido de su esposa Hera o de Patricia Acosta Solano, siendo el más alto del Olimpo o el máximo ídolo vallenato, los otros le siguen desde luego su ejemplo ( o mal ejemplo, para darle gusto a los moralistas); y mientras unos pelean por eso y se enfurecen, suena la risa de los dioses en la colina del Olimpo, porque los otros se ríen entre tanto. Dioses que ríen, dioses que gozan, es un fenómeno que para la mentalidad judaico-cristiana no deja de ser extraño. Pero sobre todo, dioses que no reprimen, al contrario, en lugar de ser culpabilizadores, los dioses griegos sirven para disculparse. En La Odisea, por ejemplo, Telémaco sale en busca de su padre y uno de los primeros sitios donde llega es a la isla en que se encuentra Helena (la que formó aquel lío de la guerra de Troya cuando se fue con Paris y que les comentaré en estas vacaciones de medio año, alejado de mis estudios de derecho), esta Helena le dice tranquilamente a Telémaco: “Pero yo no tuve la culpa, un dios (Eros) me lo inspiró”; es decir, la religión griega lejos de ser culpabilizadora, sirve más bien de disculpa, ese es un rasgo supremamente interesante. Encontramos igualmente el hecho de que puedan convivir al mismo tiempo las doctrinas más opuestas y que cada cual busque sus adeptos libremente: Heráclito, Parménides, por otra parte Empédocles y por otra Anaxágoras, y nadie puede declarar al otro hereje, enemigo o terrorista, con relación a algo; esto es un fenómeno muy inquietante porque es lo que obliga progresivamente a probar; a demostrar, a hallar el porqué. Cuando no se puede salir del paso con una cita de un texto sagrado o de un gran profeta, cuando no se cuenta con los perniciosos auxilios del Espíritu Santo que declaró la verdad de una vez y para siempre, entonces hay que demostrar. Ese es el ambiente griego y por eso la filosofía surge en Grecia, porque allí está la exigencia de la demostración. Pero también son condiciones que tienen su costo: la angustia griega. Esto es algo muy particular; porque Grecia también tiene una forma de existencia que permite elaborar la tragedia, precisamente porque es una existencia trágica. No es una casualidad que ellos hayan hecho la tragedia, hayan producido a Sófocles, a Esquilo y a Eurípides, y en nosotros a Pablo Escobar, a Uribe o a las BACRIM, es que su existencia misma es trágica: la tragedia griega y la colombiana es el costo de la libertad. La tragedia es un resultado de condiciones donde no existe una referencia absoluta. Vamos a hacer una comparación para que quede más claro: Comparemos el fenómeno trágico griego con un fenómeno de una existencia no trágica como por ejemplo, el del pueblo judío o cualquier otro pueblo como el huilense, el caqueteño o el chocoano víctimas de la geografia de la furia. Primero quiero definir trágico: lo estoy tomando en el sentido que le da Hegel en el segundo tomo de La historia de la filosofía, un capítulo que se llama “Las vicisitudes de Sócrates”, donde Hegel explica qué entiende por trágico. Resumo brevemente lo que él dice: Un hecho trágico, un acontecimiento trágico, una forma trágica de existir, sólo ocurre cuando se encuentran dos potencias igualmente válidas y no logran una síntesis. En este sentido no debemos confundir trágico con triste, ni con espantoso. La muerte de un niño que es muy amado por todo el mundo es un fenómeno extraordinariamente triste y espantoso; la injusticia que se comete contra un santo o contra un justo cuando se lo tortura y se lo masacra es extraordinariamente triste, pero no hay nada trágico allí, es decir, no existe el drama de dos potencias válidas encontradas; hay una potencia válida: el justo, y otra que no es válida: la arbitrariedad de los torturadores; existe un poder arbitrario absoluto y entonces la consecuencia es algo muy triste. Lo que llamamos trágico es distinto: es cuando dos potencias igualmente válidas se enfrentan y no pueden encontrar una síntesis. El caso de las vicisitudes de Sócrates que da Hegel como ejemplo y de donde saca su teoría de la tragedia, muestra que Sócrates defiende un punto de vista que es esencial al racionalismo: el punto dé vista de los derechos de la conciencia. A Sócrates como a Diomedes Díaz no se le puede acusar de un delito particular, de haber violado una ley de Atenas o de Valledupar, su crimen en cierto sentido es ninguno, y en otro sentido es mucho peor que la violación de una ley cualquiera. Viola acaso Sócraaates el fundamento de las leyes cuando predica que acatará todas las leyes de Atenas desde que él las considere justas; pero esa salvedad, “desde que las considere justas”, es decir, sometida la ley, la objetividad de la ley, la validez de la ley a la conciencia, al criterio de la conciencia, al principio de pensar por sí mismo, que es el principio primero del racionalismo, eso no lo puede tolerar la ley. El problema de Sócrates propiamente hablando no es con la religión, es con la legislación, con las leyes, porque su posición es un principio subjetivo y la ley no puede aceptar ser relativa a un principio subjetivo. Igual acontece con Diomedes Díaz, que ascendió y en el firmamento, hecho que resume su vida: DIOMEDES EN VIDA FUE AL CIELO PERO SE DEVOLVIÓ, como lo hizo El Palomo Usuriaga, Pambelé y el poeta Fayad. No por ello podemos afirmar que la vida de Diomedes Díaz fue trágica por que en ella no se encontraron dos potencias el canto ( potencia válida y la droga (potencia no válida) y no lograron una sintesis diferente a la derrota, sisma o caída. Como Diomedes Díaz no hay dos -dice la gente en La Junta y Valledupar- no nace ni nacerá, si nace, no se cría y si se cría se vuelve loco.
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