lunes, 16 de enero de 2012

POR QUE NO ME GUSTAN LAS HETAIRAS


Alguna vez alguién me preguntó si tenía un día especial de suerte y no fue dificil que llegara a mis recuerdos varias notas dulces e históricas acaecidas un hermoso y nefasto jueves 11 de junio de 1992.  Trabajaba como médico de campo, en la empresa de sísmica petrolera Grant Geophysical Corp. El día anterior habia volado desde Orito (Putumayo) a Bogotá en Helitaxi y de la capital colombiana al El Díficil (Magdalena), horas después a Corozal (Sucre) y por tierra a Sincelejo, directo al Hotel Panorama.
Me enfermé de pereza y con disculpas no fuí a trabajar ese jueves 11 de junio, pues estaba interesado en estar en la Posesión de Nel Beltrán Santamaria como primer Obispo de Sincelejo, a las 11 A.M. Fue un acto muy hermoso con mucha pompa eclecial, llena de seminaristas, monjes, cánticos, monjas y clérigos de todos los pelajes y pelambres.  Por esa época el Padre Nel Beltrán Santamaría, era Alto Comisionado para la Paz, cargo que dejó años después, pero aún sigue de Primer Obispo de Sincelejo. De esa misa jamás olvidaré el gesto de un negrito que podríamos elegir como el Campeón Mundial en comer ostias de misa de consagración obispal, pues con Coca Cola en mano, comulgó 1248 veces, cuando le pregunté porque ese acto compulsivo de comulgar, esperaba que me dijera que era muy inclito o apegado a la fe religiosa, pero no, simplemente respondío: "Tengo mucha hambre desde hace tres semanas, encontré un poco de gaseosa y comulgué varias veces, pues quería algo de sal".
En las horas de la tarde, de ese mismo jueves 11 de junio de 1992, Rodolfo Blanco, héroe boxeril  y crédito deportivo de  San Onofre (Sucre) se coróno Campeón Mundial de Boxeo, pelea que fue transmitida en pantalla de lona gigante en el parque central de Sincelejo. Después de ese triunfo, el jolgorio, el ron,  la champeta y sangre predominaron manchando tan magna celebración.
A las siete de la noche  fui llamado por mi jefe al celular (un artefacto grande y pesado, que se calentaba a los dos minutos de conversación, uno podía hablar tranquilo, pues no se los robaban, ya que el ladrón se cansaba y era alcanzado al cargar con él), nos citó urgente al Hotel.  Al llegar el ingeniero Jefe, nos dijo que teníamos que celebrar el triunfo de Rodolfo Blanco pero en una Salonera "Donde Yolanda", todo por cuenta de la compañía. Era sin discusión un sitio elegante y afamado como costoso, atendido por hermosas diosas de ébano, mas conocidas como putas, meretrices, barraganas, damisela o simplemente Hetairas.
 El ron, los ritmos gestuales de caderas que aletean sinuosas augurando sexo y el baile pegadito  estimulaban en forma rápida con los besos de  carnosos labos,  a dar rienda suelta de urgente visita a la curva húmeda que se abría como ramos de jacinto, no tanto por amor como por el interés al dinero.
Me tocó por suerte una negra de mediana estatura con una fronda cabellera que parecía mucho a Terense Williams.  Y cuando estaba en el acmé de las filigranas lascivas pasando por los actos  intracatameniales, la negra arrancó a llorar. Debo confesar que ese llanto agrandó mi orgullo varonil, pues nunca había hecho llorar a una mujer (alguna vez algo parecido pero fue al l intentar desflorar una gata)  en relación sexual alguna, me bajé triunfador y miré el asta viril com si yo mismo fuera el  Rey Príapo, culpable de tan maravillosa proeza, al calmar su llanto la negra, me encaramé de nuevo a asumir mi roll castigador y el llanto  no se hizo esperar y fue para mi como una comprobación conclusiva, que era la defenestración de mi príapo, la causa de honroso llanto femenino. No sé porqué duda en mi nacida, ni por cual incertidumbre, en plena acción de las artes de colchón, le pregunté:¿ Por qué lloras ? y la negra me respondío: " Es que mataron a Rafael Orozco, en Barranquilla" y metiéndose la mano en la espesura de su afro, sacó un radio en forma de balaca, agregando: "Escucha tu también y me contá"  sin duda  en plena faena erectil, no estaba para radioescucha a plenas 9:30 de la noche. Y me pasa, eso a mi, que me las creía de ser curtido  en tan profesionales experiencias.
 
Sixto Alfonso Páramo Quintero

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